Después de dos días en Salzburgo, seguimos llenos de buena comida y bonitas impresiones culturales el sábado 21 de julio el camino. A pesar de las nubes gruesas, pedaleamos primero a lo largo del río Salzach y luego a lo largo del arroyo Königseeache hacia Alemania. En el kilómetro 705 de nuestro viaje dejamos Austria atras. Llegando a Alemania empezó a llover. Bien envueltos en nuestra nueva ropa de lluvia, pedaleamos hasta Berchtesgaden, visitamos el pueblo y luego nos dirigimos al punto de partida de la cyclovía en el que queríamos pasar por Baviera y Allgäu en los próximos días: el Königsee-Bodensee-Radweg. Katharina tenía grandes expectativas del lago Königsee - un lago romántico, hermoso y solitario situado en la montaña. Cuando llegamos al estacionamiento frente al lago, se dió cuenta de la realidad: Este es un espectáculo turístico aún peor que Hallstatt en Austria. La primera impresión del lago: no hay lago, sólo aparcamiento, turistas, puestos de venta y el centro de información. Sólo si se sigue el camino, se llega entre mucha gente al lago, en el que apenas se puede encontrar un lugar libre para sentarse y disfrutar de la hermosa vista sobre el lago. Además, las densas y grises nubes no liberaban la parte superior de las montañas. Sólo la lluvia que empezó de nuevo le daba a todo esto una atmósfera mística especial. También el camino de vuelta a Berchtesgaden a lo largo de la Königseeache fue reconciliador; Después de Berchtesgaden, nos perdimos un poco. Y mientras nos esforzamos para ir cuesta arriba, un verdadero chaparrón nos mojó. Pero enseguida el sol salió otra vez e iluminó la hermosa bajada a Reichenhall y las vistas de esta romántica ciudad. Motivados, pedaleamos para encontrar un alojamiento en uno de los pueblos vecinos. Pero poco antes de llegar al pueblo vecino Piding tuvimos dos accidentes: Cuando bajamos de un puente de madera muy estrecho para cruzar un pequeño río, nos quedamos atascados con la alforja trasera en la barandilla y nos caímos. Nada malo, pero para nosotros estaba claro: En Pding íbamos a acabar. Suficiente para este día! Pocos minutos más tarde, un cruce de ferrocarril se interpuso en nuestro camino. Las rejas, para mantener alejado el tráfico motorizado, eran tan estrechas que no podíamos pasar con nuestra bicicleta. A lo largo y ancho no se veía ninguna alternativa. Ningún signo y tampoco nuestro guía de viaje en bicicleta señalaba otro camino. Al primer lado podíamos desviar la barrera lateralmente a través del pasto. Pero en el segundo lado el pasto era demasiado alto, la zanja demasiado profunda y además había un alambre. ¿Y ahora qué? Estábamos atrapados en el cruce. Empezamos a desmontar las alforjas y a levantarlas una a una sobre la barrera cuando Matthias llamó a Nina la atención: “¡Cuidado viene un tren! Retrocedimos todo lo que pudimos, sujetando la bici con fuerza mientras el tren pasaba a toda velocidad. Nunca quisimos acercarnos tanto a un tren en movimiento, y esperamos no volver a hacerlo nunca más. Gracias a Dios que un local vino y nos ayudó a levantar la bicicleta por encima de la barrera. Entre los tres logramos hacerlo. Estábamos muertos y sólo queríamos una cama suave y una ducha caliente en Piding. Pero la búsqueda del albergue resultó ser difícil: la mayoría de las habitaciones de huéspedes señalizadas habían sido abandonadas y el albergue que aún existía estaba ocupado hasta el tejo. En el segundo parecía que íbamos tener más suerte: Todavía había una habitación individual disponible. Bueno, eso ya lo conocíamos de Kindberg y estábamos felices de poder descansar finalmente. Pero para el dueño del albuerge esto era definitivamente imposible. Dos personas no caben en una habitación individual! Llamó por teléfono a todas las pensiones de la zona durante 20 minutos para obtener sólo cancelaciones y luego enviarnos de todos modos. Ninguna cama es aparentemente mejor que una cama pequeña…. Rechazamos su sugerencia de volver a pedalear hacia Reichenhall después de nuestras experiencias y pedaleamos duro para llegar al siguiente pueblo Aufham. A las ocho y cuarto llegamos allí y la familia Weber se mostraba mucho más comprensiva con los ciclistas cansados. Mientras cenábamos, la Sra. Weber nos preparó el apartamento de vacaciones, que estaba libre por el fin de semana debido al mal tiempo. Sólo podemos recomendar la Pensión Weber muy calurosamente: gente muy agradable, habitaciones acogedoras y limpias y un rico desayuno con queso casero y el domingo una copa de vino espumoso. El restaurante enfrente del albuerge nos sorprendió con panqueques Hortobagy y Szhomlauer Nockerl (platos típicos de Hungría). No esperábamos una cocina húngara tan buena en el centro de Baviera. El hecho de que tuviéramos que esperar mucho más tiempo que las otras mesas, simplemente encajaba demasiado bien en el día. Al día siguiente aprendimos que puede llover tan bien en Baviera como en el Salzkammergut. Desde la primera hora de la mañana hasta el final de la tarde caía continuadamente lluvia. Queríamos someter nuestra ropa de lluvia a la prueba de esfuerzo y empezamos aún así motivadamente a andar en bicicleta. Este día sólo podía ser mejor que el anterior…. esto por lo menos pensábamos…. después de no más de 20 km, de repente un golpe fuerte como un disparo de pistola nos asustó. Nuestro neumático trasero no tenía más aire. En la lluvia torrencial Matthias quiso reparar la manguera, pero descubrió que la cubierta estaba roto y que la manguera se dañaría inmediatamente denuevo si continuábamos conduciendo. Una vista en el mapa nos informó: 11 km hasta Traunstein, la próxima ciudad. Cómo era domingo, fue imposible de conseguir ayuda cerca y el número de la oficina de turismo de Traunstein, que se encontraba en nuestro guía de viajes, estaba afuera de servicio. No tuvimos más remedio que empujar. Matthias reparó la cubierta provisoriamente con un pedazo de cartón y puso una manguera nueva, las alforjas volvieron a la bici y Berta la gorda a la espalda de Matthias y así caminamos a pie a Traunstein. Alternante, empujámos a Düsi o lo arrastró cuesta abajo a nosotros. Alrededor de las 16.00 llegamos completamente empapados. Un señor de mayor edad nos llevó a la mejor dirección del pueblo: Parkhotel 1888, ¿por qué no después de un día así? También nos dijo dónde podíamos reparar la bicicleta al día siguiente y en qué cervecería de la plaza principal del pueblo se podía comer bien. Sus recomendaciones eran todas correctas. Duchados y bien descansados, cenamos dos sopas y tres platos principales para asombro de la camarera - podemos recomendar salchicha de bazo horneada - y estábamos seguros: ¡Ahora sólo pueden ir las cosas mejorar!