Paramos en una cafetería popular - acomodada en un autobús de Londres de dos pisos. Después de una copa y un helado empezamos a buscar el camino a Barcelona. Hemos identificado la calle Paralela (así se llama) como adecuada. Después de la estatua de Colón, nos dirigimos hacia el interior de la ciudad alejándonos del mar. Muy a nuestro pesar, la calle estaba llena de semáforos. Cada pocos metros tuvimos que parar, así que avanzábamos lentos como tortugas. Ni el estadio Camp Nou podía levantar nuestro ánimo. Poco después de Barcelona decidimos, donde íbamos a pasar la noche y pedaleamos hasta allí. En el camino estabamos contentos de que era hotel con restaurante. Pero ya durante el check-in nos dimos cuenta de que estaba cerrado los domingos por la tarde. Así que teníamos que cambiar nuestros planes. En la gasolinera cercana recogimos los ingredientes para la cena y empezamos a preparar la cena en nuestra estufa de gasolina en el parking del hospedaje. Así salvamos la noche y el comienzo del camino hacia Zaragoza.
Desde que dejamos la costa, nuestras rutas contenía algunas subidas. La diferencia de altitud nos retrasó un poco. Excepciones eran cuando íbamos por los valles. En nuestro primer día lejos del mar empezamos por falta de bar o restaurante abierto sin desayunar. Y para nuestra sorpresa, no pasamos tampoco por ningún bar, restaurante o tienda abierto a lo largo de la carretera, así que íbamos hambriento de un pueblo a otro. Cuando llegamos a la próxima carretera, nos enteramos que estaba prohibida para ciclistas nos, así que tuvimos que subir otra colina en la que se encuentraba el próximo pueblo. A la entrada de este pueblo, hay un aviso que decía “ciudad de pais de catalunya”. Los aldeanos tampoco querían hablarnos en español y preferían cambiar a inglés o francés - aunque lo hablaban poco no más. Y tampoco aquí había restaurante abierto, pero encontramos un kebab. Con mucha calma y sin apuro el dueño nos preparó la comida. Pero qué rico nos pareció este Kebap … Von hambre todo es más rico … Desde el pueblo nos dirigimos hacia Lleida, pero ya no era posible llega allí este mismo día. A los pies de la pequeña ciudad de Ceveria hicimos una breve parada y Katharina notó que el día había sido suficiente largo. Entramos en el pueblo y encontramos un hostal para pasar la noche. Tiene una hermosa sala, desde la cual se entraba a las habitaciones. Después de refrescarnos, buscamos como calmar nuestro hambre y llegamos a conocer el lindo pueblito. Nuestro paseo nos llevó a la plaza principal y a la muralla de la ciudad. Desafortunadamente la Pulpería estaba cerrada, pero comimos bastante bien en otro restaurante. Al final del día comimos el último helado en una heladería antes de que cerró.
El día siguiente nos recompensa por los esfuerzos del día anterior con un viaje ligeramente bajando hacia LLeida. En dos horas hicimos los 60 kilómetros sin problemas e habíamos llegado a Lleida al mediodía. La antigua catedral de Lleida ya se ve desde lejos como punto de referencia. Como todavía era muy temprano para almorzar, nos dirigimos hacia la catedral, que tiene un bonito claustro, que es también el patio de la catedral y ofrece una hermosa vista a Lleida. También una torre de 60 metros de altura forma parte del complejo y ofrece una amplia vista al país. La catedral fue fundada en 1800. Desde allí ha sido un cuartel y durante la guerra civil un campo de concentración. En lugar de restaurar el estado original, se documentaron las diversas etapas y se conservaron los rastros. Esto nos ha atraído mucho, ya que no pretende hacer inolvidable lo pasado, sino más bien hacer evidente la historia en el mismo edificio. Solamente los daños más graves de la guerra se han arreglado para asegurar la mantención. El camino cuesta abajo hacia el centro es un poco aventurero, tenemos que superar unos pasos con la bici. Llegamos a la zona peatonal, donde nos sentamos en el primer restaurante, un italiano. El cacao es excelente, la comida buena, pero escasa.
Después del almuerzo continuamos hacia Fraga. Ahora sí el camino es duro, sube y baja continuadamente. Encima, el sol se ha escondido detrás de las nubes. El paisaje cambia cada 10 kilómetros. En Fraga queríamos decidir si parar o continuar este día. Más lejos íbamos a llegar, más corto sería el viaje a Zaragoza al día siguiente. Así que por disgusto de Katharina, decidimos continuar. Fraga se encuentra en un valle que atravesamos. La bajada fue rápida, pero por el otro lado nos esperaba una subida de 300 metros de altura. La carretera está muy transitada, especialmente por camiones. La autopista es una autopista de peaje en este tramo y eso tiene un mal efecto a la carretera nacional paralela. Subimos junto con muchos camiones lentamente por la colina, pasando un punto de desviación. Poco después, las primeras gotas comenzaron a caer. Nos pusimos la ropa de lluvia y el ánimo de Katharina bajaba más y más, mientras seguíamos cuesta arriba. De lejos se escuchaban truneos fuertes. Llegados a la meseta ibamos monótonamente rectos. Hay pocos pueblos a lo largo de esta carretera y tampoco sitios para esconderse de la lluvia. En una gasolinera nos vestimos contra la lluvia. La tormenta se iba acercado y Matthias ya era candidato para vuelo gratuito de la luna - por lo menos según Katharina. Seguimos en la carretera. Un signo avisa un hotel junto a la próxima gasolinera. Llegando allí, vemos que este hotel ya no existía. Hay un signo que dice “cerrado”. El empleado de la gasolinera dice que el siguiente lugar para dormir está probablemente a por lo menos 9, si no 20 kilómetros de distancia, porque en el pueblo a lado no habrá hospedaje. El signo del pueblo dice otra cosa: hay una cama dibujada. Decidimos creer en el signo y entramos en pueblo. Un anciano está sentado en un umbral. Para nuestra alegría, nos indica que hay habitaciones el restaurante El Pilar a la salida del pueblito. Y si allí encontramos una habitación en el piso superior, Düsi estaba alojado en la planta baja. Después de una ducha nos comimos bien, mientras que afuera se desatabw la tormenta. Disfrutamos mucho esta cena … El próximo día, continuamos nuestro camino hacia Zaragoza bajo sol. El desayuno consistía en una bebida de leche de almendras y pan, madelenas y Pain de Chocolate, que Nina había encontrado en la única, pequeña panadería del pueblo. Después de su compra, casi no quedaba nada a comprar … El pueblo y su panadería parecían a los pueblos de películas de vaqueros. Y también el paisaje que traversabamos durante el día nos recordó a la austeridad del oeste salvaje. Las antiguas gasolineras ya solamente son esqueletos, porque hoy en día casi todo el tráfico va en la autopista. Tuvimos que detenernos bajo de un puente de ferrocarril, porque no encontramos otro sitio con sombra para beber agua. En en el pueblito Osera de Ebro encontramos bajo los árboles en adelante de la iglesia sombra para comer unos bocadillos. Después de una breve siesta comenzamos el ataque final a Zaragoza. Nuestro destino es un hotel en el antiguo recinto de la Expo. En 2008, Zaragoza acogió la Exposición Mundial con el tema “Agua”. Teniamos curiosidad por ver lo que queda 10 años después. La entrada a la ciudad es complicada para nosotros, primero llegamos sin saber cómo a una autopista, después estábamos perdidas en una rotonda - ningún aviso que camino va al centro. Un lugareño nos ayudó y al final nos orientamos con Google Maps. El hotel tenia una piscina ideal para nosotros, de unos 20 metros de largo, pero no demasiado ancha, así que bueno para nadar.
Los restos de la Expo parecen haber sobrado. Las esculturas se estaban caiendo poco a poco. La torre de agua no se utilizaban. Según un panel de información, el puente diseñado por Zaha Hadid estaba en renovación, pero no vimos a nadie trabajando. El teleférico ya no estaba funcionando desde 2011 y pudimos ver obreros preparando su derumbe. Únicamente el terreno mismo es utilizado por lapoblación de la ciudad como área de deportes y recreación, pero ni los juguetes para los niños ni las bancas están en mantenimiento. Nuestro resumen: el potencial del terreno y de los edificios para la reutilización no es bien aprovechado, aunque el terreno queda cerca del centro.